Reflexionar sobre como puede ser, o como nos gustaría que fuera, la escuela del futuro es lanzarse a una aventura en la que posiblemente pocos acierten de pleno en sus previsiones.
Hace treinta años maestros jóvenes nos embarcábamos en la tarea de modernizar y dinamizar la escuela, que arrastraba un engranaje deficiente y lleno de óxido como secuela del paso de la dictadura. El futuro era incierto y no se podía prever si aquellos cambios modernizadores serían aceptados socialmente. Apenas dos años después se produjo el golpe de Estado de Tejero. Pero creo que a la postre aquel hecho nos dio más valor para involucrarnos en un cambio real.
Tuve la suerte de participar en un proyecto, con dirección colegiada incluída, en la que nos metíamos en todo: talleres que afectaban a todo el centro y que cambiaban la estructura del grupo-clase, proyecto de integración antes de que se institucionalizara como tal, proyectos Mercurio y Atenea sobre introducción de los medios audiovisuales e informáticos respectivamente, proyectos de innovación, de escuela de padres, de redefinición de la escuela, ... Era el colegio público Pablo Picasso de Parla.
http://www.educa.madrid.org/cms_tools/files/8de9e8bd-1eef-45b4-ad51-ad73196e52ec/Mis%20im%C3%A1genes/CEPA%20San%20Mart%C3%ADn%20de%20Valdeiglesias/Foto%20Cepa%20S%20Mart%C3%ADn.jpg
El grado de implicación de la mayor parte del profesorado era muy grande, trasgrediendo horarios, pero convirtiendo nuestras reuniones de debate y discusión en un fin de fiesta, compartiendo proyectos educativos y espectáculos musicales o teatrales, momentos de trabajo y de ocio, incluso hasta periodos vacacionales que nos permitían mantener una relación mucho más allá de la meramente profesional, más íntima y también más sincera. Si entonces me hubieran preguntado cómo creía yo que sería la escuela en el año 2000, no hubiera acertado, ni con las previsiones más optimistas, ni con las más pesimistas.
Desde entonces la sociedad en su conjunto ha cambiado, ¡vaya si ha cambiado! La escuela también, pero no necesariamente a mejor, ... ni a peor. En la mayor parte de las escuelas se encuentran en la actualidad muchos más medios que los que entonces teníamos, el problema es que esos medios avanzan y evolucionan con gran rapidez y en las escuelas no se renuevan al mismo ritmo; por eso nos quejamos de falta de medios, de recursos, o de materiales muy anticuados. Y sin embargo tenemos muchas más cosas y más posibilidades.
El profesorado también ha cambiado, y no necesariamente a mejor, ... ni a peor. Creo que no hay tanta resistencia al cambio como antes la había, o miedo al cambio. Los CEPs, CPRs y CAPs cumplieron su cometido, de hecho aún lo cumplirían si los dejaran, pero se ha cambiado el concepto, ahora se lleva la formación "on line", más barata y fácil de mantener, y no es que me parezca mal este sistema, estoy en un curso "on line" con un soporte informático, pero se destinan menos fondos a la formación del profesorado, no todos los que quieren pueden acceder a estos cursos, se cierran sucursales de formación de profesores, incluidas las zonas rurales que es donde más se nota, se cambia el modelo constructivista por el modelo basado en las competencias básicas, vuelve a cambiar la terminología reformista.
Las nuevas generaciones de maestros llegan a los centros con otro lenguaje, más puesto en la terminología, con mejor competencia en lenguas estranjeras, mucho más capacitados para asumir los avances tecnológicos y la gestión administrativa que los que entrábamos hace 30 años. Pero el número de profesores innovadores, los que logran cambiar el concepto de aula, su organización y su funcionamiento, me temo, no crece al mismo ritmo que llegan las tecnologías. Los movimientos de Renovación Pedagógica no se ven reforzados ni estimulados, la escuela pública pierde cada vez más recursos en favor de otros colegios, con una ideología bastante marcada, que aseguran así con las subvenciones que el negocio de la enseñanza no se venga abajo.
¿Cómo me gustaría que fuese la escuela de 2018? Pública, gratuita, plural, democrática, laica, participativa, con muchos recursos materiales y personales, con orientador, con una ratio en torno a los 18 alumnos por aula, multilingüe, con maestras y maestros bien considerados socialmente, con alumnas y alumnos motivados por su aprendizaje y desarrollo personal, con menos familias estresadas intentando emular a los "personajes" de tele cinco, con unas relaciones humanas que favorezcan la convivencia y el enriquecimiento multicultural. ¿Pero qué pasaría con los que quieren ejercer la libertad de elección de centro y darles a sus hijos una educación libre de gitanos y magrebíes? Pues esos, ... que la paguen.
Javier Perals, 14 de noviembre de 2009.
martes, 15 de diciembre de 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)